Me gusta

xoves, 14 de abril de 2016

Tradicións

Siempre fui defensora de las tradiciones. De mantener esas formas de vida que identifican a un pueblo, que lo individualizan con respecto a los demás. Pero desde que estoy en Etiopía ya no tengo la misma visión.
Etiopía es pura tradición, mantenida a través de los siglos: su gastronomía, sus bailes, su religión, sus formas de comportamiento. Inmóviles durante siglos. El orgullo etíope se fundamenta en eso. En ser una sociedad particular, jamás colonizada, que ha sabido transmitir de padres a hijos sus costumbres. Y hoy en día, los jóvenes repiten los mismos patrones heredados sin cuestionarlos.
Creo que las tradiciones deben ir con los tiempos, evolucionar hacia lograr el bienestar de la población y la libertad de todos los individuos. Si no, no tienen sentido. Y aquí eso no ocurre.
Me sorprende el ayuno etíope: unos 250 de los 365 días del año no prueban bocado hasta después de las 3 de tarde, y este no puede ser de origen animal. En esos días, las fábricas de lácteos y las carnicerías cierran, algo que, sin duda, perjudica su endeble industria. Sin embargo, es un hábito común que sigue escrupulosamente la mayoría de la población.
Es evidente que siempre lo han hecho así, que se ha convertido en un hábito, pero ello no justifica que sea un buen hábito, muy al contrario, parece que genera malnutrición y peores resultados escolares y de desarrollo personal y social. Observando a mis alumnos durante esos días compruebo de nuevo que están más cansados y reaccionan mucho más lentamente a cualquier estímulo. Ya lo había hablado con ellos, pero mi opinión sigue siendo la misma. Hay que evolucionar, buscar la mejor manera de avanzar y mejorar la sociedad, cuestionándonos lo que hacemos y cómo lo hacemos.

Sempre fun defensora das tradicións. De manter esas formas de vida que identifican a un pobo, que o individualizan con respecto aos demais. Pero dende que estou en Etiopía xa non teño a mesma visión.
Etiopía é pura tradición, mantida a través dos séculos: a súa gastronomía, os seus bailes, a súa relixión, as súas formas de comportamento. Inmóbiles durante séculos. O orgullo etíope fundaméntase niso. En ser unha sociedade particular, xamais colonizada, que soubo transmitir de pais a fillos os seus costumes. E hoxe en día, os mozos repiten os mesmos patróns herdados sen cuestionalos.
Creo que as tradicións deben ir cos tempos, evolucionar para lograr o benestar da poboación e a liberdade de todos os individuos. Se non, non teñen sentido. E aquí iso non ocorre.
Sorpréndeme o xaxún etíope: uns 250 dos 365 días do ano non proban bocado ata despois das 3 de tarde, e este non pode ser de orixe animal. Neses días, as fábricas de lácteos e as carnicerías pechan, algo que, sen dúbida, prexudica súa feble industria. Con todo, é un hábito común que segue escrupulosamente a maioría da poboación.
É evidente que sempre o fixeron así, que se converteu nun hábito, pero iso non xustifica que sexa un bo hábito, moi ao contrario, parece que xera malnutrición e peores resultados escolares e de desenvolvemento persoal e social. Observando aos meus alumnos durante estes días comprobo de novo que están máis cansos e reaccionan moito máis lentamente a calquera estímulo. Xa o falara con eles, pero a miña opinión segue sendo a mesma. Hai que evolucionar, buscar a mellor maneira de avanzar e mellorar a sociedade, cuestionándonos o que facemos e como o facemos.

Viaxe ao sur de Etiopía

Hablar del viaje al sur de Etiopía me resulta difícil. Nada te prepara para contemplar lo que se ve. Una no es capaz de asimilar que se azote a las mujeres hasta destrozarles las espaldas como símbolo de honor y sumisión; ni que los guerreros maten a otro hombre por una cabeza de ganado o una mujer; ni que las mujeres tengan que arrancarse los dientes de abajo para colocarse un plato de cerámica entre los labios estirados, y que apenas les permita hablar.
Pero esos paisajes salvajes, puros, ese río Omo con toda su fuerza, la belleza de la gente, sus pieles, sus abalorios, sus miradas, sus aldeas... justifican por sí solos llegar hasta allí.
Una se siente completamente fuera de ese mundo, pero estar en esos poblados te lleva, sin duda alguna, a la reflexión: más sobre el futuro de estos pueblos que sobre su pasado.
Es fascinante ver otras culturas, observar sus tradiciones, vestimentas, modos de vida... y esto es lo que hay en las tierras bajas de Etiopía. Contemplarlas y no juzgarlas, de eso se trata.
El incipiente turismo, atraído por estos mundos exóticos, está distorsionándolos poco a poco sin darse cuenta. Entrar en un tribu implica pagar una tasa, pero también, que un poblado entero se ponga sus mejores galas para conseguir una foto, a unos 5 birr por persona. Da igual que lleves cámara de fotos o no, el bombardeo al que te ves sometido para que les saques una foto es tal, que la cabeza se abotarga de tal modo, que se pierde la perspectiva de dónde se está y dan ganas de salir huyendo.
Para ver el comportamiento real de estas gentes hay que ir a sus mercados. Puedes mezclarte con ellos y ver lo que venden, lo que comen o cómo se visten de manera habitual. Es aquí donde mejor me he sentido, sin que apenas nadie repare en mí, de un puesto a otro, como una más.
Habría mucho que contar de este viaje, fueron muchas las sensaciones y los pueblos, así que me quedo con algunas cosas y que las fotos hablen por sí mismas.

Vimos las preciosas casas de los Dorze, hechas con la hoja del banano falso y estuvimos con los niños compartiendo su música y sus cánticos.





Nos mezclamos con los Hamer para ver la ceremonia del Salto del toro


Estupefactos y al borde del desmayo, presenciamos cómo un joven desnudo saltaba cuatro vacas seguidas, mientras las mujeres eras fustigadas por otro joven que dejaba sus espaldas llenas de regueros ensangrentados. La ceremonia me pareció tan asfixiante como primitiva. Los olores eran muy fuertes y el sol caía como plomo en la cabeza.




Atravesamos en barca un río Omo esplendoroso



Y conocimos a los Dassanech





A los Karo


A  los Mursi


A los Konso


Y a los Ari



Estuvimos en mercados pintorescos





Y vimos ríos de gente



Y lagos preciosos


Y, por último, naturalezas infinitas.