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xoves, 14 de abril de 2016

Viaxe ao sur de Etiopía

Hablar del viaje al sur de Etiopía me resulta difícil. Nada te prepara para contemplar lo que se ve. Una no es capaz de asimilar que se azote a las mujeres hasta destrozarles las espaldas como símbolo de honor y sumisión; ni que los guerreros maten a otro hombre por una cabeza de ganado o una mujer; ni que las mujeres tengan que arrancarse los dientes de abajo para colocarse un plato de cerámica entre los labios estirados, y que apenas les permita hablar.
Pero esos paisajes salvajes, puros, ese río Omo con toda su fuerza, la belleza de la gente, sus pieles, sus abalorios, sus miradas, sus aldeas... justifican por sí solos llegar hasta allí.
Una se siente completamente fuera de ese mundo, pero estar en esos poblados te lleva, sin duda alguna, a la reflexión: más sobre el futuro de estos pueblos que sobre su pasado.
Es fascinante ver otras culturas, observar sus tradiciones, vestimentas, modos de vida... y esto es lo que hay en las tierras bajas de Etiopía. Contemplarlas y no juzgarlas, de eso se trata.
El incipiente turismo, atraído por estos mundos exóticos, está distorsionándolos poco a poco sin darse cuenta. Entrar en un tribu implica pagar una tasa, pero también, que un poblado entero se ponga sus mejores galas para conseguir una foto, a unos 5 birr por persona. Da igual que lleves cámara de fotos o no, el bombardeo al que te ves sometido para que les saques una foto es tal, que la cabeza se abotarga de tal modo, que se pierde la perspectiva de dónde se está y dan ganas de salir huyendo.
Para ver el comportamiento real de estas gentes hay que ir a sus mercados. Puedes mezclarte con ellos y ver lo que venden, lo que comen o cómo se visten de manera habitual. Es aquí donde mejor me he sentido, sin que apenas nadie repare en mí, de un puesto a otro, como una más.
Habría mucho que contar de este viaje, fueron muchas las sensaciones y los pueblos, así que me quedo con algunas cosas y que las fotos hablen por sí mismas.

Vimos las preciosas casas de los Dorze, hechas con la hoja del banano falso y estuvimos con los niños compartiendo su música y sus cánticos.





Nos mezclamos con los Hamer para ver la ceremonia del Salto del toro


Estupefactos y al borde del desmayo, presenciamos cómo un joven desnudo saltaba cuatro vacas seguidas, mientras las mujeres eras fustigadas por otro joven que dejaba sus espaldas llenas de regueros ensangrentados. La ceremonia me pareció tan asfixiante como primitiva. Los olores eran muy fuertes y el sol caía como plomo en la cabeza.




Atravesamos en barca un río Omo esplendoroso



Y conocimos a los Dassanech





A los Karo


A  los Mursi


A los Konso


Y a los Ari



Estuvimos en mercados pintorescos





Y vimos ríos de gente



Y lagos preciosos


Y, por último, naturalezas infinitas.





3 comentarios:

  1. Como siempre, me quedo con las miradas de los niños. Quizás algún día ellos salgan del círculo de la tradición. Yo me pregunto si,a pesar de todo,serán más felices que nosotros.

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  2. Uxia, estoy sin palabras, de verdad, solo observo e intento ponerme en tu piel y poder asimilar todo como tu....asi de golpe y sin previo aviso....tantas tradiciones y tan diferentes como seres humanos del planeta

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  3. Este comentario foi eliminado por un administrador do blog.

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